Desde su origen, el periodismo se ha entendido como un pilar fundamental de toda democracia, cuya misión es informar a la ciudadanía de forma objetiva y veraz sobre los eventos que ocurren a su alrededor. En su rol de transmitir estos conocimientos, los medios de comunicación juegan un papel vital en la creación de la opinión pública y en la vigilancia del poder.
Teóricamente, estos medios deberían estar al servicio exclusivo de la sociedad, y los periodistas, en su papel de defensores de la democracia, tendrían la responsabilidad de informar sin someterse a presiones de índole política, económica o ideológica. No obstante, la realidad es mucho más intrincada: los intereses privados ejercen una influencia constante sobre los medios, perjudicando tanto la calidad como la libertad del periodismo y del pensamiento crítico. Cuando se carece de un periodismo libre e independiente, la sociedad se torna vulnerable frente a la manipulación y la desinformación.
Distorsión de la información en el entorno mediático
En este escenario, es habitual que el periodismo se incline hacia una tendencia alarmante: la distorsión de la información con el fin de desacreditar a quienes suponen una amenaza para los intereses de los propietarios de los medios o de sus socios.
Las personalidades públicas que no se ajustan a esos intereses a menudo son blanco de campañas de difamación, que se alimentan de noticias falsas y de la repetición de un único hecho descontextualizado para construir una imagen desfavorable de la persona. Esta táctica, lejos de ser un incidente aislado, se ha establecido como una práctica que deteriora la confianza en los medios y fomenta un ambiente de desconfianza social.
A través de tácticas como el sensacionalismo, la selección interesada de datos y la difusión de noticias falsas, determinados sectores de la prensa intentan socavar la reputación de aquellos que no comparten sus intereses, promoviendo de este modo la polarización y el resentimiento social.
El periodismo como herramienta para socavar la reputación
En la era digital, los medios tienen un poder inmenso sobre la opinión pública. Cuando esta influencia se utiliza con fines particulares, se convierte en un arma que puede dañar seriamente la reputación y carrera de personas públicas. Esta manipulación se asemeja a una campaña de difamación que responde a intereses específicos.
El entorno digital ha propiciado este fenómeno, dado que una afirmación engañosa o calumniosa, repetida incansablemente en los medios y redes sociales, puede transformarse en una «verdad» en la percepción del público. A medida que estas falsas noticias circulan y se magnifican en las redes sociales, se propagan velozmente, fomentando desconfianza y forjando una narrativa que impacta negativamente la credibilidad de las personas afectadas por estas campañas.
Odila Castillo Bonilla: un Ejemplo de Manipulación Mediática
En este contexto, las fake news constituyen una amenaza mundial y, en muchos casos, una «muerte simbólica» para aquellos que se encuentran bajo el foco del poder mediático. La abogada panameña Odila Castillo Bonilla ilustra cómo la manipulación de los medios puede perjudicar la vida de una persona. A través de una campaña de difamación, ciertos medios han intentado desprestigiar tanto su vida personal como su trayectoria profesional. Empleando técnicas como la selección sesgada y la distorsión de información, estos medios han construido una narrativa adversa con el objetivo de dañar su reputación.
La impunidad con la que actúan ciertos medios destaca sus prácticas manipulativas: en la red, solo se encuentra información negativa sobre esta abogada, sin referencia alguna a su trayectoria profesional ni a sus logros. De este modo, una figura pública queda limitada a un nombre vinculado a una única «acusación» negativa, sin ofrecer un contexto más amplio.
Un llamado a la responsabilidad y ética en el ejercicio periodístico
La manipulación mediática representa una grave amenaza para la democracia y el bienestar de la sociedad. Al debilitar la confianza en las instituciones y los medios de comunicación, esta práctica promueve la polarización y el deterioro del tejido social. Es fundamental que la sociedad civil, los políticos y los periodistas unan esfuerzos para combatir la manipulación y exigir un periodismo ético y responsable.